Peregrinar

Estamos un poco hechos de todas las personas que nos inspiraron, los lugares que estuvimos y las decisiones que tomamos. Esos son los pedacitos que nos hacen ser.

Lo primero en lo que pienso cuando escucho el término peregrinar es en movimiento; en cambio, voy al diccionario y leo que propiamente significa andar o caminar por un motivo religioso, de ahí la palabra sinónimo de romería: ese camino hacia Roma entre personas de muchas otras culturas; y sí, la religión católica ha permeado también al lenguaje español, o la musulmana, introduciendo el término de ojalá, los nahuas, con su término apapachar, ejemplos muchos así como otros aspectos culturales que llenan los idiomas de términos e imágenes con las que podemos nombrar la realidad, lo que nos rodea y sucede.

Pero peregrinar no sólo es una actividad de católicos sino de muchas otras religiones también, pienso en los musulmanes y su visita a La Meca, los judíos al templo de Jerusalén, los hinduistas a las aguas del Ganges, y no quiero pasar por alto a las culturas en Mesoamérica que tanto en la región mayense al sur como los nahuas en el centro también frecuentaban estas prácticas del orar andando.

 

“La estructura al servicio de la vida”: Joseph Kentenich.

 

La organización de un peregrinaje puede llevar mucho tiempo y llegar a ser un asunto complejo en tanto que implica planeación, recursos, etc., y aun así las mínimas necesarias, hablamos de una organización compuesta por una persona y un recorrido; justo para andar con un propósito.

Quiero hablar de este término como una metáfora, el andar como tributo, el movimiento como transformación; la pregunta que se me viene a la mente es para qué, cuáles serían los motivos para hacer una actividad en la cual le dediquemos a una deidad nuestro sacrificio, nuestro tiempo con un propósito específico, o mejor dicho con la idea, sentimiento, sueño o muchas veces algún tipo de demanda o petición.

 

Decidimos realizar una actividad que nos saca de nuestra rutina, que nos hace reflexionar, que nos mueve al cambio a lo desconocido, a lo no vivido. ¿no es así la vida misma?

 

“Lo importante en un peregrinar no es a la ciudad adónde se va a llegar, sino el camino mismo”: Andrea Gerber.

 

No puedo obviar el famosísimo poema de Antonio Machado, el cual está tan impregnado en mi cultura, y tarareo al ritmo de Serrat: “... Caminante, no hay camino sino estelas en la mar.” El camino nos ha servido a lo largo de la historia como recurso retórico y muy poético, para expresar o de alguna forma aclarar lo que nos está pasando, lo que estamos viviendo. Darle un tipo de imagen lingüística a la experiencia misma. Agarrar lo inaprensible que sentimos tan real. El fin ya no es la meta, sino el sentido mismo.

 

“El mejor vino es el que está en mi vaso y puedo tomar”: Don Bosco.

 

En mi peregrinar he recogido visiones de personas, algunas de las cuales me han servido, de otras he aprendido y en algunas ocasiones no me han dicho mucho. En esta ocasión, por nombrar algunas, las presento en forma de citas de texto, las cuales pienso nos pueden servir para nuestro día a día, como una forma de accionar con atenta escucha, poner atención a nuestro alrededor y ver con esos lentes ese momento en específico.

Cuando se está en movimiento no hay mucho control, te arrojas a la providencia del mismo andar y no puedes cambiar las circunstancias, pero sí tu actitud ante ellas, con un ánimo amoroso y cordial. También muy al estilo ágil de estar en acción y no en reacción. Si la estructura está ya  propuesta, lo que nos toca hacer es ser flexibles, ligeros. Disfrutar de lo que se nos presenta, y adelante.

 

“No tengas miedo de dar/compartir todo lo que has vivido 

para el bien de los demás”: Giuseppe Allamano.

 

Retomando la pregunta: para qué, qué hacemos con esos regalos que hemos recogido en nuestro andar, para qué peregrinamos. Esa es una pregunta muy íntima, la dejo a modo de reflexión. Tal vez en la próxima salida tenga más luz y les comparta mis hallazgos, mientras les dejo aquí abajo mi testimonio.

interculturalias


Testimonio:

En Agosto de 2021 tuve la oportunidad de peregrinar con un grupo de Valientes.

Como el plan indicaba el objetivo era conocer el carisma y obra de Juan Bosco y los salesianos en su ciudad, Turín, en Italia, tal vez un poco vacacionar o visitar el famoso Museo Egipcio; no podríamos estar más equivocados; no me malinterpreten, sí logramos el objetivo de conocer la herencia de Don Bosco, pero después de todo lo que experimentamos, el objetivo era muy diminuto para lo que realmente vivimos en tan sólo seis días. Aprendimos a vivir en providencia gracias a un accidente, aprendimos que juntos logramos llegar más lejos y mejor preparados ya que nos convertimos en un equipo (tal vez en una pequeña familia funcional muy ecléctica). Aprendimos también que el amor de la Mater (virgen de Schönstatt) es infinito y ha llegado a personas de pequeñas poblaciones, en este caso de Alemania como la familia Gerber y sus amigos del Coro y a cada uno de nosotros también, de forma peculiar dónde y cómo cada quien lo estaba necesitando.

Les comparto que tuvimos la oportunidad de vivir Misa todos los días en las principales iglesias Salesianas del área con la imagen de nuestra Mater extendida frente a nosotros en las bancas, caminamos un promedio de 10 km diarios, con un presupuesto de 150 Euros para toda la semana, un promedio de cinco horas de sueño y algunas de las especialidades piamontesas en el menú diario, así como el helado (“il Gelato”), todos los días un delicioso helado italiano. Con todo esto no lograría describirles lo que pasó en este peregrinaje.

Pero este es sólo mi testimonio, sólo unas letras en unas pocas frases; hay momentos en los cuales el lenguaje no puede atrapar y aun así les comparto a ustedes que me leen que doy gracias a la Mater y a Dios por haberme permitido ser parte de esta experiencia, ser parte de los Valientes y sobre todo sentir el amor en cada lágrima, risa, conversación, paso, rezo, historia y en la oración. Gracias, gracias, gracias.


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